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EN SEGUNDA VUELTA: POR UN DIÁLOGO DEMOCRÁTICO QUE INICIE UNA NUEVA ETAPA HISTÓRICA |
Los académicos e integrantes de las fuerzas invitadas al diálogo de cara a la segunda vuelta electoral, Carlos Ruiz Encina (Presidente de Nodo XXI/ Izquierda Autónoma) y Fernando Atria (Partido Socialista), instalan en la palestra pública un eje de debate constructivo posible entre el Frente Amplio y el bloque Fuerza Mayoría basado en las necesidades manifestadas por las luchas sociales de los años recientes en nuestro país.
El documento titulado “En segunda vuelta: por un diálogo democrático que inicie una nueva etapa histórica“, reproducido parcialmente esta mañana en el diario La Tercera, apuesta al diálogo desde y para la izquierda integrante de la nueva coalición política y del bloque oficialista, poniendo énfasis en un programa de finalización de una institucionalidad que, aunque heredada de la dictadura, se vio fortalecida y consolidada durante la transición democrática.
Con mucha dificultad y esfuerzo, la sociedad chilena comienza a abrir una posibilidad de cambios. Está ante nosotros la oportunidad de superar el país fundado por la dictadura cívico-militar. La oportunidad de conquistar una democracia social y política plena. Esta posibilidad ha sido abierta por el resultado de la primera vuelta presidencial, en que, contra todos los pronósticos, se manifestó una clara mayoría que respalda la necesidad de transformaciones profundas que signifiquen la salida del modelo neoliberal.
Esa mayoría, sin embargo, hoy no está políticamente articulada. El desafío del momento es buscar formas de articulación, a través del diálogo y la deliberación democrática. El planteamiento que sigue busca contribuir a ese diálogo, no introducir un espacio paralelo. Nos comprometemos a ser solidarios y respetuosos de nuestras propias instancias políticas, estimulando su debate y aceptando sus resoluciones finales.
Los chilenos han puesto un enorme esfuerzo en los últimos años para conquistar la libertad y la democracia prometidas. Es hora de que los actores políticos estén a tono con el nuevo Chile. Nosotros, desde ya, nos ponemos en disposición de colaborar con el diálogo inter-generacional, plural y entre iguales que las fuerzas democráticas y de izquierda han de dar. Vivimos tiempos de grandes oportunidades. Tenemos una gran responsabilidad. Es momento de mirar al futuro, y dialogar para conquistarlo.
En las últimas décadas la sociedad chilena ha experimentado una acelerada modernización neoliberal. De sus efectos ha surgido un país nuevo, con sus luces y sus sombras. Algunos han pronosticado, desde distintas veredas, que los chilenos ansían simplemente más y mejor mercado. Que la participación política ya no está en el horizonte sino en el pasado, y que la acción individual es el límite de la vida humana. Pero esas voces se han apresurado en sus juicios. Han caído, de nuevas maneras, en la vieja utopía del fin de la historia.
En realidad, Chile se adentra en aguas inexploradas de su curso histórico. La derecha formal no aumenta sino que mantiene su votación tradicional, incluso sumadas sus dos candidaturas. En un proceso todavía incipiente, complejo y para nada lineal, los chilenos han planteado con cada vez más fuerza su malestar con la modernización neoliberal imperante. No porque rechacen la modernización, sino porque ansían una genuina modernidad. Porque reclaman mayor libertad y soberanía sobre la vida, mayor igualdad de género, más justicia social y mayor respeto al valor singular e irremplazable de cada individuo.
El malestar personal, los nuevos movimientos sociales, el surgimiento de nuevas fuerzas políticas y los recientes resultados electorales dan cuenta de esta nueva sociedad. No obstante, no hay garantías de que este potencial se exprese en un sentido democrático y edificante. El horizonte está abierto a más democracia, pero también a futuros menos auspiciosos. Es hora de una alta responsabilidad histórica.
De muchas maneras, dentro y fuera del Estado, las fuerzas de izquierda y democráticas han intentado resistir la expansión del mercado sobre la sociedad. Pero hasta estos años, eso no ha sido posible. Hoy es momento de abandonar los sectarismos y los hegemonismos, y dar paso a un diálogo fecundo y entre iguales. Un diálogo entre las fuerzas nuevas, forjadas al calor del Chile neoliberal, y las históricas, herederas de las luchas del siglo XX. Sólo un compromiso resultante de tal diálogo puede evitar que la derecha formal gobierne, y más importante aún, defender la posibilidad de cambios que tanto ha costado abrir.
Creemos que este diálogo no puede estar determinado por cargos o cupos gubernamentales. No son esas discusiones las que espera la ciudadanía. El diálogo ha de partir de la base del compromiso de las fuerzas democráticas por impulsar un proceso constituyente, uno en el cual el poder constituyente retorne a su titular, el pueblo. La manera de avanzar en esa dirección es mediante la realización de un plebiscito constitucional, que abra la vía para una Asamblea Constituyente.
La razón por la que una nueva constitución es necesaria es porque necesitamos una constitución que constitucionalice la salida del neoliberalismo. Esto significa, primero, una que en vez de neutralizar la política institucional la fortalezca, de modo de devolver a los ciudadanos la posibilidad de decidir políticamente sobre el destino de Chile. Así será la democracia, y no el mercado, el eje ordenador de nuestra vida social y política.
En segundo lugar, significa superar el actual carácter subsidiario del Estado. Esto por su parte implica garantizar en la constitución -no mediante glosas presupuestarias o subsidios- los derechos sociales fundamentales, hoy colonizados por el mercado. Hemos de garantizar constitucionalmente el derecho a la educación, dando paso a la reconstrucción y expansión de la educación pública hasta que sea efectivamente un espacio de libertad y auto-determinación para la sociedad. Hemos de garantizar constitucionalmente el derecho a la salud, desmercantilizando el cuidado de nuestros cuerpos y la protección de la vida a través de la construcción de un nuevo sistema de salud pública. Debemos también garantizar constitucionalmente la previsión social como un derecho, a través de un sistema de reparto, superando la capitalización individual de las actuales AFP.
La reconstrucción de los servicios sociales como espacios públicos de libertad debe hacer retrotraer la influencia del mercado sobre la vida, recuperándola para los ciudadanos. En tal acto, debemos asumir que las consecuencias de dicha mercantilización también son una responsabilidad pública, impulsando la condonación de las deudas educativas y otras formas de reparación al daño que el mercado ha causado. Más importante aún, debemos garantizar que el diálogo sobre la orientación de estos ámbitos descanse en un genuino debate público y democrático, y no en la influencia oscura que, hasta hoy, han tenido los poderes privados que controlan la provisión de las prestaciones sociales y los subsidios públicos. En definitiva, hemos de garantizar en nuestro pacto constitucional el carácter democrático, público y no mercantil de estas esferas sociales, recuperando soberanía democrática sobre la cultura, la protección de la vida y nuestra vejez.
Estas son para nosotros las bases de un diálogo entre las fuerzas democráticas. Pero por supuesto, no son su límite. Con mucho esfuerzo diversos movimientos han planteado distintas demandas y propuestas, que han de ser recogidas por la política en un diálogo cada vez más fecundo. Hemos de superar años de desarticulación social y procesamiento tecnocrático de demandas sociales, abriendo la política a la sociedad. Esto va más allá de un puro momento constituyente, proyectando un proceso largo y complejo de avances, en distintos planos, hacia más democracia y justicia. Es de tal encuentro, y no de un recetario de medidas técnicas bien diseñadas, del cual puede surgir la fuerza para iniciar una nueva etapa histórica.
Fernando Atria Lemaitre – Carlos Ruiz Encina
Académicos Universidad de Chile
Santiago | 25 de noviembre de 2017
Santiago | 25 de noviembre de 2017